Fuimos en familia viajando a través de la ciudad - Buenos Aires - y luego en la provincia hasta Martínez...
El plan era compartir con un amigo sus habilidades histriónicas desarrolladas en el taller de teatro al que asiste hace varios años.
Un lindo plan en el que disfrutaba hasta el viaje para llegar allí. Cerca del Hipódromo, de los restaurantes de Dardo Rocha en S.I.
El acuerdo era ése, veíamos la representación y luego compartíamos la cena.
Sorpresa, sorpresa. La representación amateur, de lo poco que vimos, mucho tenía de kinético entrega del cuerpo y su energía en improvisadas gestaciones. Parecía como si los cuerpos de los intérpretes se impusieran sobre la identidad de la creación.
Es hermoso ver el deseo de ser protagonistas, de transmitir eso, no la perfección de acatar un texto y vivenciarlo sino de decir la letra y completar la actuación. (había que llegar al final de cada figura, de cada vivencia, ésa era la consigna incorporada a la mente de cada actor/actriz)
Terminada la función, con la alegría de los participantes, con los calores del ambiente, los compartires de "tenía mala acústica", los abrazos de placer de estar con amigos espectadores.
Esa sensación de éxtasis del después de la obra, con el cansancio del esfuerzo, de la realización.
Había estado viendo a los actores y desglosando de su imagen propia (no de actores) quiénes serían? qué sería de su vida? cuáles sus gustos y preferencias? en qué barrio vivirían?
Nos fuimos luego a Dardo Rocha con destino "María Félix". Mexican dinner...
No lo conocía y desconfiaba un poco de la comida mexicana pues "no había tenido el placer de sentir placer" con sus recetas.
Uno o dos rulos por distintas calles hasta embocar el destino y hasta la suerte de conseguir estacionamiento. ("no cabe" me dijo el chico que cuidaba los autos en la callejuela... y lo hice caber, estaba feliz como un chico por mi pequeña habilidad)
La llegada a un exterior con penumbras - claro las representaciones teatrales se suelen realizar al atardecer - pero también el estilo/escenografía del lugar eran penumbrosos. Ayudaba a esos colores desérticos y coloridos de los restaurantes mexicanos. Y la pequeña duda de ¿se pasará bien aquí?.
Lo anticipo: se pasa bien allí. Respeto en el personal de servicio, rumores agradables y nada estentóreo en los asistentes.
Descubrí platos exquisitos pues me animé a leer la carta con la tranquilidad de que estaba en mi decisión elegir algo placentero.
Las charlas con nuestros amigos fueron como juegos, de habilidad en la charla, de compartir historias e intimidades (sin profundidad, naturalmente).
Noté a mi amigo distendido y confiado, tal vez como hacía mucho que no lo veía, y en su nueva mujer descubrí algunos matices cambiantes que enriquecían su participación. Todo un hallazgo para una excelente noche.
Un postre sencillo, el antiguo arroz con leche, potenciaba lo cozy de la situación.
Claro que sí, estuvieron mariachis cantando canciones tan antiguas que me hicieron fantasear con colgarles de los oídos el mp4 y que escucharan a Gloria Stefan o Rocío Durcal. Pero no quise ser tan payasesco.
Good night! Good show! (homenajeando a Tato Bores)
domingo, 21 de diciembre de 2008
encuentro teatral en una escuela de disfuncionales
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