viernes, 19 de septiembre de 2008

el símbolo de la paz

Gerald Holtom, un diseñador comprometido y que había trabajado criando cerdos, era un tipo preocupado en su estudio de Londres aquel 21 de febrero de 1958. Le habían encargado una misión: ponerle imagen a la Campaña para el Desarme Nuclear (CND). Él nunca lo vio claro. La paz, un concepto abstracto. La justicia, la igualdad, muchos conflictos armados y demasiadas vidas en juego. Tanta responsabilidad. Acabó dándole vueltas a la cabeza. Jugó con la cruz cristiana. Pensó en la imagen de la paloma. Nada. Dibujó y dibujó. Pero no encontraba un logo decente. Años más tarde, Holtom (ya fallecido), se atrevió a contar esa crisis. “Me pinté a mí mismo: la representación individual de la angustia, con las palmas de las manos extendidas y hacia fuera, como el personaje del cuadro de Goya en el pelotón de fusilamiento. Rubriqué el dibujo con una línea y lo rodeé con un círculo. Era una imagen ridícula y débil”. Un suicidio, eso pensaba. No creyó lo mismo el resto del mundo. Y tampoco lo cree ahora, millones de logos después. La paz sigue siendo la paz. Todo esto se conmemora este año, cuando se cumple medio siglo del nacimiento de un símbolo y cuando las guerras siguen apagando vidas. Igual que hace 50 años. Aunque quizá nunca se olvidaron de él. Que sí, que nació en la mente de Holtom, pero pronto se volvió universal. Saltó de unos a otros con habilidad de funambulista. Lo hicieron suyo los hippies con sus flores, lo mostró la rockera Janis Joplin en sus desfases, se convirtió en la imagen del mítico Woodstock de 1969, lo han llevado en sus solapas jóvenes y no tan jóvenes, feministas y punkies, lo abrazaron Yoko Ono y John Lennon, se lo han pintado en la cara hasta políticos de renombre. Estas y otras imágenes, así hasta 200, aparecerán en el libro Peace: 50 years of protest, que publica la CND este año. En él hay escenarios de todo el globo: el muro de Berlín, la destrucción de Bosnia, los campos arrasados de Vietnam, las manifestaciones de Nueva York después del 11-S . Este logo tiene el don de la ubicuidad. Nunca nadie le preguntó de dónde vino ni adónde iba. Algunos pensaron que representaba la V de victoria o la huella de la paloma de la paz, el otro símbolo. No es así. La mayoría lo aceptó como un puñal contra la barbarie. Gracias a Holtom. No lo patentó y dejó que lo empuñara quien quiso hacerlo: “Un símbolo de libertad tiene que ser libre”.
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